Turismo Oscuro
enero 13, 2014Lomas Taurinas, de Tijuana, Baja California
Adentrarse en la Colonia Lomas Taurinas, de Tijuana, Baja California, hace que a uno se le ponga la piel “chinita” por varios motivos. El primero de ellos, al saber que ahí, hace casi 20 años, asesinaron al candidato del PRI a la presidencia de México, Luis Donaldo Colosio Murrieta; segundo, porque hoy, al paso del tiempo, aún está convertida en una zona de inseguridad latente y que, a determinadas horas del día, y más de la noche, no se recomienda deambular por ahí si no se tiene motivo alguno para ir; tercero, y como casi todo el mundo se pregunta es, ¿a quién se le ocurrió traer aquí a un candidato a la Presidencia de México?
Aun así, Lomas Taurinas ha cambiado su fisonomía. La que conocimos en las imágenes de la televisión de entonces, es diferente a la actual, quizá porque los gobiernos municipales, estatales y federales pusieron más énfasis en sacarla adelante después del magnicidio.
En donde se llevó a cabo el último mitin político del malogrado candidato, hoy se yergue una estatua de casi cuatro metros de alto, construyeron una plaza cívica denominada Plaza de la Unidad y la Esperanza, con una biblioteca que lleva su nombre y un centro comunitario, con el nombre de su esposa, Diana Laura Rojas de Colosio.
La gente ahí es desconfiada. Se les nota serenos, pero observando quien llega que no sea del barrio. Enfrente de la plaza, en la Carnicería Lomas, tratan de medio explicar el lugar exacto donde cayó abatido Colosio, aunque las versiones son claramente diferentes y encontradas.
Arriba, calculamos a unos 60 metros, está el aeropuerto. aquí es como una olla, desde donde se pueden escuchar los aviones que salen y llegan muy claramente.
Son las ocho de la noche. Muchachos jugando una “cascarita” en las porterías debajo de los aros de la cancha de basquetbol que está ahí también.
Invierno. Frío y viento que cala hondo, además de la sensación de estar en un lugar tristemente célebre, donde nadie debería estar caminando a esa hora si no vive ahí o si no tiene la curiosidad, morbo diría yo, de ir a conocer el lugar donde asesinaron a Colosio. “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían servirla. De mujeres y hombres afligidos por el abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”, dijo Colosio, el 6 de marzo de 1994, en el Monumento a la Revolución, en la Ciudad de México. Muchos dicen que ese discurso fue su sentencia de muerte.
Los noticieros de esa época señalaban que había bajado a un “terreno muy accidentado” en la Mesa de Otay, de Tijuana; de hecho, el entonces candidato caminó casi un kilómetro hasta llegar a la plaza principal de Lomas Taurinas, donde lo esperaban casi 4 mil personas. Era el fatídico 23 de marzo de 1994. Al bajar del templete improvisado en una pick up, el candidato priísta se dirige a su camioneta, camina casi seis metros y a las 5:08 de la tarde, hora local, Mario Aburto inmediatamente salta hacia la posteridad al igual que lo hicieron el Lee Harvey Oswald, de Kennedy; el John Wilkes Booth, de Lincoln; el José de León Toral, de Obregón; o el Mark David Chapman, de Lenon.
Turismo oscuro, aquel que envuelve a los viajes en sitios asociados con la muerte y la tragedia. Hoy, Lomas Taurinas en Tijuana, es casi referente de visita.
Por Mtro. Ramón Godínez Ortiz